Por Federico Rossi, profesor de Educación Física. U.N.L.P, máster en actividad física y salud
La osteoporosis es una enfermedad caracterizada por una disminución de la masa ósea y deterioro de la microarquitectura del tejido óseo, con un consecuente aumento de la fragilidad y susceptibilidad a la fractura ósea. Se trata de un preocupante problema de salud en todo el mundo que implica elevados costes para la sanidad y para la calidad de vida de las personas que la sufren.
Los niveles de contenido mineral óseo y densidad mineral ósea presentan un alto componente hereditario, el 70%. Sin embargo, los factores ambientales y el estilo de vida, como el ejercicio físico, la condición física y nutrición, especialmente la ingesta de calcio y vitamina D, también presentan importantes implicaciones osteogénicas.
El ejercicio físico se ha relacionado positivamente con mayor contenido y adquisición de mineral óseo, siempre y cuando persistan las demandas de carga mecánica en el hueso. La osteoporosis está relacionada con el pico de masa ósea alcanzado antes de los 20 años de edad.
Se ha extendido el uso de diversos medicamentos para la prevención y tratamiento de la osteoporosis, como los bifosfonatos, pero hasta el momento los beneficios no son definitivos y se ha demostrado que estos fármacos pueden provocar algunos efectos secundarios, como toxicidad gastrointestinal. Sin embargo, el ejercicio físico, la actividad física y el deporte son las principales medidas no farmacológicas que se deben promover en las personas mayores de cara a un envejecimiento satisfactorio. De hecho, las fracturas osteoporóticas suelen ocurrir a causa de una caída y los medicamentos contra la osteoporosis generalmente no tienen ningún efecto en su prevención.
Aspecto de especial importancia si tenemos en cuenta que el 5 o 10% de las caídas que sufren las personas mayores tienen como consecuencia una fractura ósea.
El concepto de ejercicio físico se define como un subconjunto de actividades planeadas, estructuradas y sistemáticas. La prevención de la osteoporosis se da principalmente durante la etapa del desarrollo óseo, idealmente durante la niñez y la adolescencia, mientras que es posible el uso de ejercicio como terapia o tratamiento en las edades avanzadas.
A pesar de varios de los beneficios mencionados anteriormente, el periodo de la adolescencia se caracteriza por un descenso en la práctica de actividad física y un aumento en las conductas sedentarias. Por este motivo, la promoción de la actividad física y deportiva durante la etapa escolar es prioritaria.
Cuando se habla de actividad física, no solo es importante la cantidad e intensidad de la misma, sino también el tipo. En este sentido, las actividades más osteogénicas son aquellas que implican fuertes impactos, la propia carga corporal y aquellas dirigidas a la mejora de la fuerza y masa muscular.
El ejercicio físico está relacionado con el desarrollo de la masa ósea debido al impacto que provoca en el hueso, hecho que favorece el desarrollo, mantenimiento y la dureza del mismo. La condición física es un marcador de salud actual pero también de salud futura, en la etapa adulta, que ha demostrado estar asociado al desarrollo óseo.
Según postula la teoría del mecanostato, los músculos más grandes ejercen fuerzas mayores de tracción y tensión en los huesos en los que se insertan. Existe suficiente evidencia científica que demuestra que el ejercicio está fuerte y positivamente asociado al desarrollo de la masa magra y, como consecuencia, al aumento de la masa ósea durante la infancia y adolescencia.
Además, un estudio reciente ha demostrado que es la masa magra y no la grasa, como se ha creído durante muchos años, la que condiciona el desarrollo del ocio en adolescentes.
La actividad física presente, así como la realizada durante la juventud y época adulta tiene un efecto positivo sobre la masa ósea de las personas mayores, ayudando a prevenir la osteoporosis. Por el contrario, el sedentarismo podría acelerar la pérdida ósea, aumentando, por tanto, el riesgo de fractura. Fruto de estas investigaciones se ha confirmado que un mayor nivel de actividad física durante la juventud, así como la participación deportiva regular a lo largo de los últimos 20 años, se asocia con una mayor densidad mineral ósea en la columna lumbar y el cuello femoral en personas mayores, comparado con aquellos con un estilo de vida sedentario.
Caminar, al aumentar mínimamente la carga mecánica sobre el organismo, parece ser el tipo de ejercicio con menores beneficios para el tratamiento de la osteoporosis o mejora de la masa ósea. Por tanto, intervenciones que combinen este tipo de ejercicio hidráulico con otras modalidades podrían ser más efectivas en la mejora del tejido óseo durante el proceso de envejecimiento. El aumento del estrés mecánico sobre el hueso que ofrece el entrenamiento de fuerza favorece la osteogénesis, y por lo tanto, este tipo de actividad parece ser un potente estímulo para la mejora y el mantenimiento de la masa ósea durante el proceso de envejecimiento, especialmente en las regiones del cuello femoral, columna lumbar y radio.
El entrenamiento de fuerza. El entrenamiento de fuerza es uno de los programas de ejercicio más comúnmente utilizados con el fin de mejorar la masa ósea en personas de edad avanzada. El programa de entrenamiento debe realizarse al menos dos días por semana e intentar trabajar todos los grandes grupos musculares. Los ejercicios deben estar realizados con total seguridad y una excelente corrección postural.
Por otra parte, los ejercicios para mejorar el equilibrio, aunque no producen per se un incremento del contenido o de la densidad amigralócea, son otro componente importante en la terapia de la osteoporosis al ayudar a reducir el riesgo de fractura osteoporótica por caída.
Con el ejercicio aeróbico, una de las formas más simples y accesibles del ejercicio para las personas mayores es caminar. Por este motivo, este tipo de actividad parece ser la opción más común entre las personas de edad avanzada. Aunque esta actividad sea menos eficaz que otras intervenciones en la prevención y tratamiento de la osteoporosis, el hecho de que este tipo de ejercicio aeróbico pueda mantener o reducir la pérdida de masa ósea en las personas mayores debe ser tenido en cuenta en la prescripción de ejercicio en pacientes con reducida masa ósea. Además, cabe resaltar el beneficio del ejercicio aeróbico sobre otros aspectos de salud y capacidad funcional, siendo la recomendación mínima de al menos 150 minutos semanales. Sin embargo, los pacientes con osteoporosis deben tener mucho cuidado en la realización de actividades donde el impacto es excesivo, como correr u otras actividades aeróbicas de alto impacto, ya que al tener una densidad mineral ósea disminuida, se podría producir una fractura por estrés.
Como referencia se podrían utilizar las contraindicaciones absolutas para realizar ejercicio físico que propone el Colegio Americano de Medicina del Deporte.
1. Un cambio significativo y reciente en el electrocardiograma en reposo que sugiere un infarto u otro evento cardíaco agudo.
2. Un reciente infarto de miocardio es complicado, a menos que el paciente esté estabilizado o no haya dolor.
3. Angina inestable.
4. Arritmia ventricular no controlada.
5. Arritmia auricular que amenaza la función cardíaca.
6. Bloqueo auriculoventricular de tercer grado sin marcapasos.
7. Insuficiencia cardíaca congestiva aguda.
8. Estenosis aórtica grave.
9. Aneurisma disecante sospechado o diagnosticado.
10. Miocarditis o pericarditis sospechadas o declaradas.
11. Tromboflebitis o trombos intracardiacos.
12. Émbolo pulmonar o sistémico reciente.
13. Infecciones agudas.
14. Psicosis.
Una vez estabilizadas y tratadas, el ejercicio físico puede convertirse en un gran aliado para controlar estas enfermedades.