Opinión

Mi valiente cura

Por Marcelo Muscarello

Hoy estuve en Buenos Aires por una consulta médica. Noté una modorra poco habitual, casi sin bocinazos, ninguna discusión de tránsito, ni tan siquiera el accidente en Pellegrini y Tucumán parecía lograr sacar a la gente de ese estadío.

Esta madrugada se fue el cura Jorge, el jesuita, el elegido, así elegí llamarlo hoy.

Jorge eligió irse exactamente un dia despues de las Pascuas de Resurreccion.

Jorge eligió el abrazo de los pobres, el beso de los enfermos, el afecto de los refugiados, lejos, muy lejos de los Lefevre, los pedófilos neoyorquinos, los Von Wernich, los Quarracino, los Aguer.

El liliputiense presidente argentino declaró que los separaban algunas diferencias, opino que los separaba un abismo.

Como Néstor y Cristina, como El Diego, a fuerza de gestos, señales y algun coscorrón, a los díscolos de mi generacion nos inundó nuevamente de dudas, nos obligó nuevamente a pensar y a repensarnos.

Desde entonces, en lo personal, logré reconciliarme con la Iglesia.

Llevo grabadas sus palabras de un miércoles destemplado de 2016 en la Plaza de San Pedro.

"La Iglesia no es una comunidad de santos, es una comunidad de imperfectos", dijo, y nos terminó de enamorar.

Alli mismo bendijo mis rosarios, mi San Benito que llevo hace mas de treinta años colgado del cuello y los objetos de todos en esa audiencia general.

Nos hizo volver a esa Iglesia de los pobres y para los pobres, a fuerza de homilias y enciclicas, a fuerza de coherencia y su ser consecuente, nos sacó de a poco esa imagen del Cristo rubio, bello, ostentosamente romano, nos entregó un Salvador, casi, de carne y hueso.

Ya no habrá en la próxima navidad su mensaje de amor y paz, tampoco el pesebre de los pobres, que mi otro valiente Cura, montaba en su Parroquia.

A uno se lo llevó Dios a su lado, al otro, lo cambiaron de Parroquia, es que a los "Jesuses Predicadores", la clase media (media hueca, media boba) siempre los miró con el recelo y la envidia propia de los que nunca podrán entender ni practicar un sueño colectivo.

El Cura Jorge corrió con insolencia los límites de la institucion mas antigua de la humanidad, llenando de compasion, luz y misericordia, sus rincones mas oscuros y reaccionarios.

Nos hablaba de Justicia Social como si lo hiciera desde la Unidad Básica.

Lo llorarán los pobres de Africa, apiñados en Lampedusa, esperando su bendicion, porque saben, que la del continente que los saqueó por siglos, nunca llegará.

Lo llorarán en Gaza, porque sus palabras pidiendo misericordia y detener la matanza de viejos y niños ya no serán escuchadas.

Lo llorarán las víctimas de pedófilos y pederastas a los que él mismo condenó y pidió perdón en nombre de la Iglesia.

Lo llorarán los presos a los cuales les lavaba los pies, porque saben que Jorge se sentía uno de ellos.

Lo llorarán homosexuales, gays, travestis, lesbianas y divorciados, porque les mostro otro camino.

Su sombra se esconderá en la Villa 21.24, en algún rincon de Flores o tal vez, podamos imaginarlo sentado en un vagón de subte llegando a Plaza de Mayo.

En dias comenzará la feria de vanidades, el rejuntar de miserias, la rosca en la pelea por el poder vaticano.

No será fácil encontrar un reemplazo para el "representante del maligno en la tierra".

Veinte siglos lo separan del trono de Pedro, ojala que en los próximos veinte, el hombre encuentre quien lo emparde.

Mientras tanto intentaremos un olvido, dolerá menos que su ausencia.

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