Enfoque

Envejecimiento, fragilidad y ejercicio físico

Por Federico Rossi, profesor de Educación Física. U.N.L.P, máster en actividad física y salud

El signo de la fragilidad define a los ancianos vulnerables que tienen un riesgo elevado de sufrir eventos adversos, la inactividad física que asocia el envejecimiento, es uno de los factores fundamentales que contribuye a la aparición de sarcopenia, aspecto central de la fragilidad.

Los programas físicos y el entrenamiento de la fuerza, contribuyen rápidamente y eficaz para retrasar la discapacidad y otros eventos adversos. Asimismo se utilizan en otros dominios frecuentes asociados a las caídas, la depresión y el deterioro cognitivo.

Ante está situación, hay que actuar de manera rápida previniendo el deterioro funcional y la dependencia o al menos poder retrasar su aparición. 

Con el envejecimiento, la capacidad funcional del sistema neuromuscular, cardiovascular y respiratorio empiezan a disminuir de forma progresiva, lo que conlleva un riesgo aumentado de fragilidad. 

Diversos estudios en 1998 y 1999, han observado que las personas de 75 años presentan con respecto a los jóvenes de 20, una disminución de la resistencia aeróbica, del 45% fuerza de prensión 40%, fuerza de las piernas 70%, movilidad articular 50% y de la coordinación neuromuscular un 90%. La pérdida de función, fuerza y masa muscular (sarcopenia) es uno de los principales factores que influyen en la capacidad de mantenerse independientes en la sociedad y en la génesis de la discapacidad.

La fuerza máxima y explosiva es necesaria para poder realizar muchas tareas diarias como levantarse de la cama, de una silla, pasear o salir a caminar. La estimación media de pérdida de masa muscular a partir de los 60 años es de 2 kilogramos en varones y 1 kilogramos en mujeres.

Pero solo 10 días de reposo de un anciano, puede resultar en la pérdida de 1,5 kilogramos de masa magra (fundamentalmente en miembros inferiores) y una disminución del 15% de fuerza de extensión en la rodilla. 

La inmovilización además induce resistencia anabólica, disfunción mitocondrial y apoptosis. El resultado de todo este proceso, como si se tratara de un círculo vicioso, origina que en la medida que disminuye la práctica de actividad física diaria, disminuye la fuerza y masa muscular lo que a su vez genera mayor sarcopenia.

En las últimas décadas, se ha propugnado que el entrenamiento de fuerza en personas mayores pudiera prevenir y retardar la pérdida de fuerza. Los incrementos iniciales de la fuerza pueden ser de 10, 20 o 30% o incluso más en las primeras semanas o dos meses de entrenamiento, tanto en mediana edad como en avanzada edad. 

Durante el envejecimiento, la potencia se deteriora más rápida y precozmente que la fuerza. La potencia muscular tiene una relación más significativa con la capacidad funcional del anciano que la fuerza muscular. Además del efecto del envejecimiento sobre la potencia muscular existen cambios a nivel del sistema nervioso como el deterioro en la activación neuromuscular voluntaria que pueden contribuir a reducir la potencia.

En los ancianos, se puede mejorar la potencia mediante el entrenamiento de fuerza al 60% y con la máxima velocidad a esta resistencia, sería tan rápido como sea posible el ejercicio. Podría plantearse que el entrenamiento basado en la potencia muscular (altas velocidades) podría ser más beneficioso en términos de mejoras funcionales que los programas de resistencia de bajas velocidades.

Actualmente el concepto de fragilidad es muy amplio y dinámico y engloba otros dominios que están interrelacionados tanto en su etiopatogenia como en su vulnerabilidad para padecer eventos adversos. A destacar los siguientes en los que el ejercicio físico puede contribuir una intervención predominante.

Caídas, los ejercicios en grupo multicomponente, equilibrio, fortalecimiento, fuerza, resistencia y el tai chi como por ejemplo ejercicio grupales parecen reducir la tasa y el riesgo de caídas y son especialmente beneficiosos en poblaciones ancianas frágiles con caídas. 

Otro podría ser el deterioro cognitivo. Se ha observado como el deterioro cognitivo y la fuerza mantienen una relación directamente proporcional. La demencia comparte principalmente de los síntomas que forman parte del fenotipo de fragilidad como es la disminución de la velocidad en la marcha y la disminución de la actividad. 

Estudios recientes dicen que provocan aumentos en la velocidad de la marcha, sino que resultan beneficiosos en la mejoría de funciones cognitivas ejecutivas que están interesantemente relacionados con el riesgo de caídas. 

Depresión, otro de los de los ítems, el fenotipo de fragilidad descrito por frier, pérdida de peso, no intencionada, debilidad, disminución de actividad física, cansancio y lentitud puede ser típico de un cuadro depresivo del anciano. 

El ejercicio físico mejora los síntomas depresivos a corto plazo, fundamentalmente en aquellos que ya están deprimidos. Bueno, para finalizar las claves para la prescripción del ejercicio físico en el anciano frágil, podemos decir que el entrenamiento de fuerza debería realizarse 2 o 3 veces por semana, utilizando tres series de entre 8 y 12 repeticiones con intensidades que empiecen entre el 20 y 30 por ciento de un MR y progresen hasta el setenta por ciento de un RM. 

Para optimizar la mejora de la capacidad funcional deberían incluirse ejercicios que simulen ejercicios de la actividad diaria, como por ejemplo levantarse, sentarse, subir un escalón, bajarlo. La escala de percepción del esfuerzo de Borg es un buen método alternativo para prescribir la intensidad. 

El entrenamiento del equilibrio, ejercicios en la posición de tándem, semi tandem, desplazamientos multidireccionales con peso extra de dos, cuatro, cinco kilos, caminar con apoyo talón punta, subir escaleras con ayuda, todo ese tipo de trabajos que ayuden a entrenar el equilibrio para prevenir caídas o traspiés. 

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